Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero…

decía Machado, Antonio Machado, en uno de sus más famosos poemas llamado Retrato.

Retrato, retrato de mi mismo cuando empecé en esta aventura llamada farmacia. El retrato de alguien que decidió dejar lo que hacía bien y dominaba, para embarcarse en una cruzada de depender de uno mismo  y ayudar un poquito a los demás. Retrato de alguien que le faltaba algo en su vida que no era otra cosa que intentar dar al mundo lo mejor de si mismo.

Aún recuerdo llegar a la puerta de la farmacia, aterrorizado con lo que había hecho. Había firmado unos papeles delante de un señor que impresionaba y que se llamaba notario y otro más que decía que venía de un banco que me había prestado mucho dinero. Eso había significado un cambio de 180º en mi vida, había significado que tenía que pagar cifras que jamás había imaginado y de pronto cuando entré por una puerta que había pasado pocas veces, me di cuenta que mi vida dependía de lo que pasara entre dos cristaleras que hacían las veces de escaparate, un armario largo lleno de cajitas y un mostrador de madera.

Aún recuerdo meterme en el despacho donde había una mesa de cristal y una silla de esas que tienen los jefes, sentarme, ponerme las manos en la cara, sentir ahogo en el pecho y que al apartar las manos las tenía mojadas de mis propias lágrimas.

Aún recuerdo como sentía que iba a ser muy complicado sacar eso adelante si no cambiaba mi actitud, si no me creía que se podía hacer. A veces recuerdo como ponía en mi cabeza todo lo que sabía de mi etapa anterior y que no poder ordenarlas para saber cómo resolver el enigma y sacar todo adelante.

Aún recuerdo que no sabía nada, no sabía hacer un pedido, si al día siguiente mi almacén iba a traerme algo para poder vender, si es que entraba alguien a la farmacia.

Aún recuerdo palabras de aliento, palabras de personas que me apoyaban porque esta era su farmacia e iban a seguir viniendo aquí. Nunca olvidaré a esas personas que siempre han estado ahí, esas personas que han hecho que saliera adelante, a personas anónimas e importantísimas, a Gloria, a Paco, a Rogelia, a María, a Nieves, a Berna, a tantos…

Aún recuerdo a mi padre venir a verme, y venir a verme y venir a verme y levantarme del suelo cuando me caía como cuando era pequeño, como cuando daba mis primeros pasos, como cuando tropezaba pero sabía que estaba para salvar el golpe, y observando atento cuando iba a poder andar solo sin tener que estar ahí.

Aún recuerdo a mi madre en su casa enjugando mis lágrimas cuando pensaba que no iba a sobrevivir a esta aventura.

Aún recuerdo el primer mes que a pesar de todo no había ido tan mal y que empecé a pensar que podría sobrevivir. Algo despertó en mi y sabía que algo había cambiado, que mi actitud iba ir unida a mis capacidades, actitud más necesaria que cualquier cosa en el mundo, conocimientos y capacidades si, pero actitud.

La actitud que me ha llevado a entregar mi trabajo a los demás, a poner por encima de todo la salud de mis pacientes, a devolverles lo que hicieron por mi cuando no era nadie, cuando estaba empezando, cuando pensaba que todo se iba a venir abajo. Una actitud de tesón, de perseverancia. de intentar aprender cada día una cosa nueva de alguien para poder ayudar a otra persona con el mismo problema, una actitud de paciencia de ayudar a alguien que viene con enfermedades, problemas de difícil solución y estar en cada instante que precise.

Y en el futuro seguiré entregando todo, ayudando a los demás, devolviendo lo que me dieron aunque ya no estén, reflejándolo en otras personas que no saben lo que pasó.

Y seguro que…

me encontraréis en mi farmacia, ayudando a cualquiera que estuvo o que no, echando una mano a cualquiera y viviendo cada vida de las que entra en mi hogar.

Hoy, en la soledad de mi despacho, en un día de esos de lluvia, sentado en esa silla de jefe frente a esa mesa de cristal, ya no me cubro la cara con mis manos, pero si, aún recuerdo lo pasado, las duros momentos iniciales, los que posiblemente me queden por vivir y cerrando estas frases en la pantalla del portátil… sonrío.

Volviendo, recorriendo los 31 Km que me separan de mi hogar, con la mirada perdida en el asfalto, observando como vuelven todos a casa, recuerdo los momentos más amargos, con la satisfacción actual del trabajo bien hecho y con la satisfacción de haber regalado un día feliz a alguien, un momento feliz, un instante.

Día a día llegaré a como termina Machado su «Retrato»

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

 

Gracias L

 

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