Cambio de planes

Venía conduciendo, recorriendo los 31 Km que separan mi casa de la farmacia y sin creerme aún lo que había vivido ayer.

Cada día te levantas por la mañana y tienes tu primer plan, irte a la ducha. El siguiente plan es saludar a Duque efusivamente, abrazarle, voy a darle de comer, plantearme llevarle conmigo a la farmacia, ver como se ilusiona y da saltos en el descansillo. Mi siguiente plan es subirme al coche,  poner la radio y conducir por la M-40 hasta la M-30 y después coger la salida de siempre. Llegar al barrio, buscar un sitio para mi aeronave, salir del coche y buscar las 1500 llaves que abrirán la farmacia.

Tengo un montón de planes para hoy, he quedado a comer con un amigo de toda la vida de la Alameda, tengo que ir al banco a ingresar algo de dinero, por cierto, no se me olvide ir a la papelería de Mercedes a comprar celo y papel térmico y pedir la vacuna que me encargó Susana que creo que tenía que ponérsela la semana que viene. Ya que estamos voy a pasar a ver a Isabel, tiene unos bollitos de chocolate maravillosos y a media mañana no viene nada mal echarle un tiento a uno de ellos, bueno a lo mejor a dos. Aún recuerdo sus donuts de chocolate y sus bollos de hojaldre en plena pandemia, cuando no había nada abierto y sólo estaba ella en mitad del desierto de asfalto que había convertido al barrio ese maldito virus. Cómo no voy a seguir yendo a verla, a comprarla una barra de pan, unas Coca colas o unos bollitos brutales, si no llega a ser por ella ni como en la pandemia.

La semana que viene he pensado que voy a volver con Pepe al Cien por Cien a ver al grupo que toca en directo y aunque el viernes ande fastidiado merece la pena, aunque estoy pensando que también nos podemos ir antes a casa y así duermo más horas. Si, haré eso. A ver donde vamos a cenar, tendremos que pensar en algún sitio cercano al garito, o si no casi que improvisamos y nos tomamos unas tapas con una cerveza sin alcohol o mejor una Coca cola en cualquier sitio cercano y listo.

Tengo más planes, tengo planes a punta pala como decía aquel, planes que van, vienen, otros que se materializarán otros que se convertirán en mejores y otros que no llegarán a ocurrir nunca.

Pero seguro que todos tenemos un plan de vida, más o menos, todos planeamos si nos vamos a casar, si vamos a compartir la vida con alguien o no, o simplemente planeo quedarme solo en un piso pero planeo amueblarlo, traer a los colegas a casa… yo qué sé!! Plan de cambiar de trabajo, plan de ganar un poquito más para poder ir a tal y tal sitio y hacer ese viaje que tanto había soñado. soñando que sobrevuelas el Amazonas viendo por la ventanilla del avión los meandros del río y los afluentes que como brazos, salen de su cauce y como un niño ilusionado y esperanzado pensando en qué habrá allí cuando aterrice en mi soñada ciudad.

Aquella tarde estaba como tantas tardes en la farmacia, esperando a que alguien entrara mientras sacaba el pedido, ordenaba alguna estantería o quitaba del medio alguna medicina que se había quedado en el mostrador por la mañana. Tenían un plan de vida, una vida juntos, una vida que no había sido fácil y que por fin parecía que todo iba a ser felicidad, compartir, amar y vivir. Una felicidad intensa, tal y como me dijo Julio Legido que describía la felicidad como cualquier momento presente vivido con intensidad, la intensidad con la que entraban ellos habitualmente en la farmacia y que de pronto algo les truncó.

Todo estaba preparado para este mes, todo se ha ido al traste, una enfermedad rara, un virus, un no sé qué, le ha dejado en muy mal estado y todo se ha truncado.    -Pero ¿por qué? con lo que hemos pasado. De verdad que no es justo, cómo es posible que cuando todo está perfecto y tenemos mil planes de vida de pronto todo se vaya al carajo sin piedad y sin razón aparente.

Me imagino pensando como su pareja postrada en la cama de un hospital pasa las horas sin esperanza de recuperarse, pensando en que hay cambio de planes, y a veces sin querer, cuando todo está en calma la sombra del dolor asoma su cara.

Volviendo a casa y recorriendo los 31 Km que me separan de mi casa no me quedan ganas de pensar en nada, no me quedan ganas de hablar con mi copiloto y decirle que arme las rampas, ni decirle que hay que entrar en pista para despegar inmediatamente. Duque permanece callado, tumbado en el asiento de atrás, no somos capaces de decir nada. A medida que avanzo por la carretera siento una ira que me recorre el cuerpo, estoy enfadado, estoy cabreado, muy cabreado con una impotencia brutal, pensando que no merece nada la pena, que lo que había pasado era muy injusto, que no hay derecho a que ocurran estas cosas. Había visto a esta pareja tantas veces con tanta alegría, compenetrados, conectados y ahora todo había cambiado, los planes habían cambiado.

Llego a casa, parece que el Duque tiene hambre. así que le voy a dar algo de comer. Voy a ver si como algo, aunque… casi que improviso, paso de hacer planes, no quiero que haya un cambio de planes.

 

Gracias L

 

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