Adiós Maruja

Amanece de nuevo en mi pueblo. Suena Alexa con su musiquita infernal. Siento unos pasitos en la habitación y como algo húmedo pasa levemente por mi pie izquierdo. – aahh, Duque, ya hay que levantarse, como es posible? De nuevo los pasitos se alejan traqueteando suavemente sobre la tarima de madera. Me levanto con pereza, – puff, que pereza, que duro hoy, y eso que es martes todavía. Me voy a la ducha arrastrándome como un caracol. El Duque detrás.

Mientras cae el agua pienso en todo lo que tengo que hacer hoy. Disfruta de la ducha hombre. – NO, hoy no hay tiempo. Uuuuuhh, tengo que ir a casa de… le prometí que le colocaría las medicinas de su madre. Eso por la noche, la hora de la comida, peor, clínica veterinaria, ir a Rivas, y seguro que surge algún extra, no te preocupes que surgirá.

Me dispongo a bajar al sótano a por el desayuno del Duque, me sigue, cogemos la comida, subo, me sigue, le pongo la comida, come, come rápido, pero hoy… – a ver, hoy no te puedes venir. Tengo que ir luego a casa de un amigo y no te puedes quedar en el coche. Además va a ser poco tiempo. Se me parte el alma ver como baja la cabecita, poniendo las orejas bajitas como si se quedara calvito, con la mirada desde abajo rogándome que le lleve. Pero no, hoy no puede ser.

Hoy no llevo copiloto, no se arman rampas ni jugamos a volar. Me da mucha pena que no se venga. Mientras recorro los 31 Km que me separan de la farmacia, pienso en lo que tengo que hacer. A ver qué día me espera hoy. Pongo las noticias, cadenas que sólo hablan de política, de lo mal que lo hace éste y lo peor que lo hace el otro. Pues bien empezamos el día!!

Llego a la farmacia y como siempre, miro la agenda, veo lo que tengo que hacer hoy, cómo estoy de stock, qué pedidos tengo que hacer, qué facturas están pendientes, ver si puedo encontrar los medicamentos que suelen estar en falta… pasa la mañana y me dispongo a salir corriendo a mis encargos cuando suena el teléfono. Una voz al otro lado del teléfono suena triste, con resignación, leve – Fernando, Maruja ha muerto.

Maruja siempre había estado allí, son de las personas que nunca quieres que se vayan. Siempre bajaba a la farmacia diciéndote que nunca se le ocurriría ir a ninguna otra, que sólo yo le daba las medicinas y que ni siquiera en el pueblo se las daban, que se las llevaba de aquí.

Cada mes, cuando no algún día que venía por sorpresa, bajaba y charlaba un rato contigo, preguntándote como me iba el negocio y siempre comentaba lo mucho que se alegraba por lo bien que marchaba. En ocasiones recordaba viejos tiempos, esos tiempos cuando trabajaba en aquel hospital y lo mucho que la querían sus compañeros y los médicos con los que compartía su turno. Me preguntaba como le iba al Dr. Torres, al que tanto quería, su médico de siempre, decía que era como su hijo y entonces sucedía, sacaba un pañuelo del bolsillo y con la puntita del mismo se secaba las lágrimas que le llenaban sus ojos al recordarle a la vez que decía que cada vez que le nombraba, no podía evitar llorar. No me extraña nada que la quisieran todos tanto la verdad, era una gran persona, con muy buen corazón, cercana, familiar, entrañable, cariñosa. Todavía recuerdo cómo nos comparaba a su sobrino, con el que vivía, y a mi por lo buenazos que somos, hasta nos llamaba «tontos» por alguna anécdota vivida entre ambos en la que nos habíamos portado demasiado bien con alguien o con alguna situación. De alguna manera me metía en su familia, hacía que te sintieras como algo suyo y te vinculaba a su pequeño mundo.

Llegué, y allí estaba, dormida, esperando su eterno descanso en su pequeño lecho de tela y madera, frío. Hace una semana estaba conmigo en la farmacia, preguntándome por su médico, pidiéndome sus medicinas, esta si, esta también, esta no, y ahora, ahí estaba. Quien se lo iba a decir.

No faltaban personas para darle su último «hasta siempre Maruja», no faltaban amigos, familia y seguramente compañeros o no sé quien más. Me acerqué a su sobrino, al verme se fundió conmigo en un largo abrazo y entonces me comentó algo que me estremeció. 3 ó 4 días antes me pidió un spray para su boca seca, le había ido muy bien y pocas horas antes de fallecer me nombraba a través del spray que le había dado y lo bien que le iba y el producto bueno que le había dado Fernando. Recordamos juntos algunas anécdotas con ella volviéndonos a dar un abrazo.

Vuelvo a casa. 31 Km por delante, hay tiempo para pensar en cosas.

Como se va la gente poco a poco, van pasando los años y personas nos van dejando mientras seguimos caminando por la vida. Personas que influyen mucho en tu vida, personas que te han ayudado y que han estado contigo en momentos difíciles. Esas personas que estaban cuando tenían que estar, personas que nunca te han fallado y con las que has contado para seguir adelante. Es como si una parte de ti se fuera, esa parte de la farmacia, del entorno del barrio, eso que te ha costado tanto construir y que llevas construyendo desde hace más de 5 años. A veces, como hoy ha ocurrido, alguien te recuerda en sus últimos momentos, por algo que has hecho, por algo que le has dado, no tengo palabras para explicar lo que se siente.

Llego a casa y el Duque me recibe con sus mejores galas, dando saltos, siguiéndote a donde vas, tocándote con el hocico las corvas de las rodillas, moviendo su rabo y mirándote con esos ojos tan, tan… expresivos.

Maruja, allá donde estés, seguro que estarás siempre cerca de mi. Cada vez que vea una de tus medicinas te recordaré y no te habrás ido nunca del todo.

Descansa en paz Maruja, descansa en paz.

 

Gracias L

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