Unos vienen y otros…
Amanece en mi pueblo, amanece un nuevo día para todos y para aquellos que ven un nuevo y precioso día. Amanece para los que van a venir hoy y que todavía no lo han visto pero lo verán a partir de mañana. Amanece para el Duque que lleva un rato esperando a que salga de la cama. – verás como viene detrás de mí y se mete en el baño. Efectivamente, -buenos días gordo. Achuchón, me meto en la ducha, espera paciente, me visto, espera paciente. -¿cómo lo ves gordito?. Tuerce la cabeza, abre la boca, para mí suficiente, le ha encantado.
Qué día tan bonito hace, brilla el sol, temperatura ideal, una camisa y un pantalón chino, mis sneakers y al coche. No se te olvide tu mochila del portátil y… valeee, vamos Duque. ¿Cómo puedo pretender perderme los saltos del Duque y la cara que pone cuando le digo que nos vamos juntos? Estas son las alegrías de la vida, estas pequeñas cosas que te motivan cada día, o al menos esas cosas que algunos vemos y que no permitimos que nos pasen por alto.
Entramos en nuestra pequeña aeronave que nos transportará sobrevolando los 31 Km que nos separan de la farmacia. Señores pasajeros bienvenidos al vuelo CH-R con destino farmacia, abróchense los cinturones, la duración del vuelo a saber y la llegada ni idea. Armar rampas, no, mejor ármense de paciencia que dicen en la radio que hay tráfico.
Mientras sobrevolamos la M-40 voy pensando en la semana que hemos tenido, semana de despedidas, de lágrimas en las que el alma se arruga en esos instantes cuando alguien se va, alguien que ha encontrado la salida de este mundo y que ha dejado tanto atrás, que ha dejado renuncias, tristeza, dolor y mucho sentimiento, así como emociones a flor de piel, evocaciones del ayer.
La ida de alguien es sufrimiento, nostalgia y a veces un tormento al saber que no va a volver. Deja atrás recuerdos, experiencias, anécdotas, quieres creer que ha sido un mal sueño y que mañana te despertarás y esa persona seguirá allí, donde la dejaste la última vez, delante tuyo contándote no sé qué de no sé cuando.
Pero, ¿y cuando llega alguien? Esta semana ha llegado alguien nuevo, una pequeña criaturita de casi 3Kg, ha llegado fusionando el dolor y la alegría por un instante, justo cuando sale a la luz, provocando después una alegría infinita. No puedo describir la cara de los padres cuando entraron por la puerta de la farmacia, no puedo describir esas caras que lo decían todo y que no podían decir nada con palabras, hasta que grité algo así como, – ayyyy, yaaa, pero, pero, no me lo creo, que maravillaaa. No salía nada de sus gargantas, solo gemidos y voz callada de emoción. Un bebé nos miraba desde su carrito, tumbadito boca arriba, con los puños cerrados y con algo que le salía de la boca que por supuesto era un chupete. Entonces surgió la magia, nos abrazamos, saltamos, parecíamos Teletubbies según decía su padre, fue maravilloso. En la emoción del momento se oyó como una voz en off que dijo, «Esto es la definición de amor», y al rato repitió, -«Esto es la definición de amor». Veía la felicidad en el ambiente, como otras veces, veía una gota de rocío en una hoja de cualquier planta en el amanecer, la felicidad, aquello que definí una vez como, cualquier momento de la vida vivido con intensidad, y ¿qué fue lo de esta ocasión si no intensidad?
Va terminando el día, el Duque empieza a llamarme desde el interior del despacho que compartimos. Parece que está todo en orden, pedido recogido, caja hecha, ordenadores apagados, cruz apagada. Protocolo de cierre, cojo las llaves para cerrar las 1500 cerraduras de la farmacia. El Duque sale con paso ligero pegado a mi. Cerramos la puerta y vamos hacia nuestra pequeña nave. Abróchense los cinturones, armas rampas, no necesitamos armarnos de paciencia, regreso a casa tranquilos, no hay tráfico, no hay percances ni inconvenientes. Volviendo a casa veo como va anocheciendo el día, la carretera está despejada, nos deja pensar sobre lo que nos pasa cada jornada, lo que nos ha pasado hoy. Me deja reflexionar sobre la vida, sobre los que vienen cada día, sobre los que ven anochecer cada día o los que ven anochecer la primera vez, pero también sobre los que ya no verán anochecer nunca más o sobre los que no saben ver anochecer y lo que significa, que mañana amanecerá un nuevo día.
Disfrutando de la vuelta miro por el retrovisor, veo al Duque con cara de felicidad, viviendo con intensidad este momento, imagino que gozando de la compañía de su compañero Fernando, imagino que no pensando en nada más que en eso, el momento que está viviendo, por eso me transmite esa felicidad.
Al final la vida es ese camino de vuelta o de ida a ninguna parte o a muchos sitios, que algunos viven con fuerza y otros no tanto. Unos que vienen con toda la alegría y felicidad y otros que se van dejando el alma arrugada, pero entre medias estamos nosotros y que estamos obligados a vivir con toda la fuerza y con toda la pasión que podamos.
Como decía un autor…
Es el camino de la muerte.
Es el camino de la vida.
Gracias L