Son las 23:18, hoy no voy a recorrer los 31 Km que separan la farmacia de mi hogar. El Duque duerme a mi lado como siempre antes de irme a la cama, adelanta un sueñecito y lo hace plácidamente exhalando un ronquidito muy simpático. Duque, Duque!!, abre el ojito y regresa a su estado de letargo.
Delante de mi, un portátil sobre mis piernas, mi cabeza pensando las mil cosas que debo hacer. Una de ellas, escribir este post. Me encanta saber que hay personas detrás de estas líneas que valoran tanto lo que yo pensaba que se iba a quedar en un par de pensamientos escritos en una pantalla. Esta semana he recibido dos visitas a propósito de una de mis entradas. Ambas han terminado con sendos abrazos, lo que ha sido un pago desmesurado por unos pocos golpes en las teclas de este portátil. Así que busco el hueco y escribo.
Otra cosa más que hacer, acabar la presentación de dolor. Hace dos semanas alguien decidió que tenía que hacer una ponencia en el Colegio de farmacéuticos. No puedo decir que no, no lo hago, digo que sí, claro que sí, con mucho gusto. Joder, pero ¿sabes donde te has metido?, 500 almas escuchándote con interés para que ver si aprenden de ti temas de su día a día laboral. Puff qué responsabilidad!!
Llevo 2 semanas, farmacia, pedidos, farmacia, atiendo, ¿está Fernando?, voy, salgo, atiendo, Fernando, puedes salir? voy, sigo con la presentación, guion de presentación, las facturas para la asesoría, -me traes esto y lo otro, no se te olvide, vale, lo intento, no lo consigo, se me ha olvidado, lo siento. Me apunto lo importante, sigo con la presentación, no se me olvide, tengo que llamar a estos pacientes, importante, la vacuna que me han encargado, no puedo fallar, pediste la insulina?, y la… vamooooos.
Cada día eres importante para muchas personas, no puedes fallar en cosas vitales para ellos, sería fatal. Ese es el pensamiento que debo tener, saber que tienes que estar ahí y cuando viene alguien que sepa que no le fallas, saber que no le has fallado que todo lo que esperaba de ti lo ha tenido.
Pero llegará un momento en que yo no esté, habrá otra persona que lo haga?, la gente viene y se va y tú ya no estarás. Hoy siento que debo estar, disfruto mucho estando, no dejando que nadie venga y sienta la ausencia de mi. El sábado alguien vino a buscarme porque se encontraba en «situación de calle», y pensó en mi. Da igual la causa, da igual en qué momento se quedó sin poder dormir en ningún sitio y tuvimos que avisar al Samur Social, sólo sé que la única persona que existía en la Tierra para poder salir de esa situación, era yo. ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera estado en ese momento? ¿Qué pasaría si yo no existiera?
Pero, ¿y si fuera inmortal? y si estuviera siempre ahí. El otro día, alguien me decía que no le gustaría ser inmortal, mi respuesta fue, – pues a mi si. ¿Por qué no ser inmortal? Estaría siempre ahí, o a lo mejor no. Como organizaría mi vida, sería igual, me daría igual lo que pasara en algunos aspectos, que más da lo que piense de mi este o aquel, si te vas a morir dentro de poco, de 60 años tal vez, y yo, yo estaría aquí todavía por los siglos de los siglos, haciendo amigos en cada época, volviendo a tener hijos, volviendo a tener una pareja y construyendo de nuevo una casa, un negocio, una amistad, y otra. Pero cuanto sufriría, sobreviviría a todo lo que ahora amo, todo lo que me me sostiene, como aguantar tanto dolor tantas veces a lo largo de la eternidad. Tendría ilusiones por hacer cosas, por tener hijos, por tener una esposa maravillosa que sabes que la verás morir, un negocio que tendrás que cerrar, no puedes tener algo eterno y decir frases como, «si, aún recuerdo a tu tatarabuelo que venía a por su paracetamol preguntando cómo te va la vida Fer».
Tal vez se perderían las ilusiones. Saber que morirás hace que tu tiempo sea importantísimo, que tu tiempo no lo puedes perder, que tienes mucho que hacer antes de irte, que las personas que están alrededor tuyo deban ser felices con tu presencia y que a lo mejor no estarán dentro de poco o de mucho. Saber que morirás, aunque no lo pienses, hace que estés más vivo, que quieras vivir con más fuerza porque tienes mucho por hacer en poco tiempo.
Moriré, y cuando me despida la vida, me cogerá haciendo mil cosas, mil cosas hasta el último momento porque nunca es tarde para hacer cosas, nunca es tarde para asombrarte, escribir, porque nunca es tarde para las palabras, para ver un atardecer en un sereno cielo, ni cuando tu ser arranca y amas sin mesura y lo plasmas en un verso dejando escritos «te quieros» entre pensamientos que nadie encontrará.
Duque se despierta y da unos pasitos a su camita. Sonrío mientras le veo caminar moribundo, casi tambaleándose, balanceando su cola para esparramarse en el colchón que hay en el suelo.
Buenas noches, tengo mucho que hacer mañana, y tú estarás ahí viendo lo que hago, y tardarás en dejar de verlo.
Gracias L