El día a día

Cambio de estación, empieza el nuevo otoño, la temperatura empieza a descender, las hojas de los árboles caducos del jardín empiezan a pintarse de tonos ocres y amarillos, se secarán y caerán ayudadas por un viento que soplará más fuerte no sin antes bailar sobre un extremo en la rama donde nacieron.

Empieza el año, empieza septiembre. Siempre pensamos que todo arranca el 1 de enero y que todo va a cambiar, tenemos propósitos nuevos para el año entrante, proyectos, ilusiones, intenciones… Es entonces cuando reflexiono y pienso, -pero si has estado descansando medio verano, has empezado a trabajar en septiembre, y después de 3 meses ¿se te ocurre plantearte cosas?,¿en enero?, pues a buenas horas mangas verdes. Creo que deberíamos proponer un cambio en la fecha del comienzo del año. El 1 de septiembre y empezar a hacer cosas nuevas en esta fecha y no en enero. ¿a que sí?

Empiezan los colegios, las carreras, las universitarias y las de correr que llego tarde, los trabajos, el tráfico. Los abuelos pasan delate de la farmacia con su paso lento y firme, con niños cogidos de la mano, que sus padres no pueden llevar debido a trabajos super absorbentes. Infantes con cartera de unos 1000 Kg de peso, caras de sueño y pelos mojados. Una ligera brisa de la mañana refresca el día que empieza. Los jardineros regando las plantas y jardines de alrededor, sientes el frescor del agua empapando el césped, un ligero aroma a húmedo, colores vivos bajo las gotas. Un saludo a lo lejos, un hasta luego de alguien que pasa, un que tengas un gran día.

He recorrido los 31 Km que me separan de la farmacia, he llegado al barrio, he aparcado mi CH-R después de un aterrizaje limpio en tierra Moratalaz y 2500 vueltas para colocarlo, he saludado a Endry, a Nelson, a la chica del banco que estaba fuera echando un cigarrillo, a Gloria que iba no sé dónde, a Paco, a Juan Carlos que me ha vuelto a decir que no le ha llegado aún el coche, a Isabel que venía ya a casa del médico, a… no acabaría de decir personas, personas que ya andan por aquí de nuevo después del verano.

Entro en la farmacia, bata en mano, recién lavada y planchada, quito los pines de la sucia, bolígrafos, cúters, algo de los bolsillos. Ahora todo a la bata limpia.

Empieza el día, empiezo a pasar lista, uno más que llega de vacaciones, que no me falte nadie. Ha sido un año con pacientes que se han ido, un año duro. Siempre lamentamos mucho que alguien nos deje. Esto ya es una gran familia, un punto de encuentro donde nadie puede faltar, un lugar donde la gente se encuentra bien y se reconforta. Empiezo a formar parte de la vida de muchas personas, me comentan conversaciones que han tenido con familiares en las que has salido a colación, por algo que has hecho o que has comentado y que ha podido ayudar algo o mucho.

Sigo pasando lista, otra persona que viene de vacaciones. Todo bien, verano perfecto, nadie falta por ahora. ¡¡Genial!!

Una persona con aire preocupado, uno de los de siempre, aparece en la farmacia. Se siente cansado, un ligero dolor en el pecho. -Creo que voy a ir al médico, – deberías, respondo preocupado. Se va. Espero que vaya no vaya a ser…

Sigue el día con los de siempre, con los nuevos, con los esporádicos, con llamadas, facturas, fórmulas magistrales, facturas, pedidos, facturas, mercancía, facturas.

Viene una pareja, donde iba a haber cambio de planes. No, por fin no los hubo y sí, se casaron, ¡¡Dios mío!!, qué alegría, ya son una pareja unida legalmente, contra todos los avatares, contra todos los impedimentos. Tuvieron su luna de miel, su boda y su todo, como cualquier pareja. Ahora a ser felices y comer lo que les plazca. Cambian de domicilio. Recorren 20 Km para verme, vendrán cada mes a por sus medicinas y charlar conmigo un buen rato. Cómo puedo explicar lo que se siente cuando alguien se va del barrio y sigue viniendo a la farmacia. Cómo hay gente que recorre una distancia larga para venir a verme. A veces me gustaría transmitir lo que siento por esto, la satisfacción, el cariño, la ilusión que se genera en mí al ver a alguien que recorre kilómetros sólo para verte y coger unas medicinas que las tiene a 1 minuto de su casa. A veces faltan palabras en el diccionario para comunicar esto, o al menos yo no las conozco.

Empieza el año, todos están aquí, comienza todo, vuelvo al día a día. Me dispongo a volver a casa, a recorrer los 31 Km de mi otra casa, volver pensando en las alegrías que me da mi trabajo, pero también penas, desdichas… Me encanta lo que hago.

Es viernes, saco todas las llaves, mochila con portátil, alguna medicina para casa, me preparo para cerrar. Alguien viene, si me dijo que iba a ir al médico no vaya a ser… pues fue. A punto de que su corazón dijera -hasta aquí, cogido a tiempo con dos stents por el camino, para hacer que su sangre pasara holgadamente por la arteria obstruida al 98% y ningún trombo obstruyera el canal llevándole a un fatal desenlace. Le miro mientras le dispenso las medicinas que le han pautado. Miro su cara, su sonrisa, le miro mientras me cuenta con detalle todo lo ocurrido. Le miro y está vivo, en mi cabeza pienso lo cerca que ha estado de no ser así. Pienso que si no hubiera ido al médico, que si ese médico no hubiera estado hábil, si todo no hubiera ido como tenía que ir, en este momento no estaría aquí. Las noticias hubieran sido otras, alguien hubiera venido a decirme que se había ido, pero no, estaba allí, sigue aquí, para disfrutar de sus nietas que tanto adora, de nuestras conversaciones sobre donde hemos ido el Dr. Torres y yo a comer, de donde van a ir dentro de un mes su mujer y él, de tantas cosas. Antes de irse le vuelvo a mirar, le miro pensando en todo esto. Entonces salgo del mostrador y le pido que me abrace, siento su calor y su vida, siento que está con nosotros transmitiéndole lo mucho que me alegro de poder abrazarle. Mientras se aleja de la farmacia observo a su alrededor, como si fuera un cuadro pintado a color, con él como protagonista, vivo, caminando con su feliz esposa de la que puede seguir disfrutando, miro los árboles, con sus hojas batiendo en las ramas por una ligera brisa, y preparándose para caer con su color de otoño.

Hecho el cierre, saco las 1500 llaves para sus respectivas cerraduras de la puerta de la farmacia. Alguien me llama, abro las 1500 cerraduras de nuevo, vuelvo a entrar, dispenso una medicina. Vuelvo a cerrar.

Claro, el día a día. Ya estoy aquí de nuevo.

 

Gracias L

 

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