Llevamos 10 días de funeral de la reina Isabel II de Inglaterra. Los noticieros no han parado de emitir imágenes del sepelio, traslado del féretro de la reina hasta la capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, una gran ceremonia fúnebre en la abadía de Westminster, miles y miles de personas que han desfilado delante de la capilla ardiente, 2.200 invitados, 500 jefes de estado y mandatarios, millones de comentarios, algún que otro cotilleo de quien se pone al lado de quien… el funeral de estado más impresionante que se ha visto en años. Da la sensación de que todo el mundo está de luto por la muerte de Isabel II de Inglaterra, que todo se ha parado estos 10 días. Ha habido noticias sí, pero siempre entremezcladas con el magno sepelio.
Muy lejos de allí, a 1.473Km, medido con Maps, me dispongo a abrir la farmacia. Son las 9 de la mañana y he recorrido 31 Km, me dispongo a poner todo en marcha, enciendo los ordenadores, ignición, luces, cámaras, acción. Viene el primer paciente, 9 y poco de la mañana, unas cápsulas de finasterida, unas vitaminas, un -que tengas un buen día. Sigue el día, disfrutando de mi gente, de lo que ocurre a mi alrededor. Pasa mi paciente de ayer, con los stents recién puestos, se encuentra genial… alegrón. -Me encanta ver que estás aquí. Pasa un fantástico día. Se aleja, me quedo observándole como camina, sonrío. Una gran alegría para el día.
Suena el móvil, malas noticias.
No hace una semana que pasé por su casa. Subo hasta la planta donde vive, la puerta entreabierta, llamé tímidamente. Alguien la dejó así, sabía que era mejor dejar la puerta abierta por si pasaba algo. Empujo un poco la puerta, para poder asomar mi cabeza. Grito su nombre, nada, vuelvo a gritar su nombre, nada. Decido entrar un poco más, había abierto lo suficiente para que entrara todo mi cuerpo. -¿Se puede?, un -holaaaa, ¿hay alguien? De pronto una voz queda al fondo del pasillo me invita a pasar, repito su nombre con voz más baja. Paso por un pequeño pasillo que me lleva a su estancia. Un pasillo oscuro, sin adornos, con alguna loseta del suelo que baila a mi paso. -Hola cariño, le digo, ¿cómo estás? Tendida en su humilde cama, con una botella de oxígeno, sin poder levantarse, una máscara, un camastro, sensación de necesidad, o tal vez no, tal vez era muy feliz con lo poco que tenía. Una habitación humilde, con desperfectos que nadie arregló, paredes sin pintar desde hace mucho tiempo, una cama sin cabecero, una silla con ropa apilada, una armario con una puerta casi rota. Algo de desorden, sin lujos a la vista. Un gracias por venir, una mirada, una sensación de que es la última vez que le veré, un hilo de voz dándote de nuevo las gracias.
Hoy se ha ido, discreta, prudente, sin ruidos, sin molestar a nadie, casi sola, sin familia. Una vecina, un operario del 112 pidiendo que volviera, pidiendo que no nos dejara. Se fue, su cara lo decía, se fue.
Sin perder la alegría, no dejó nunca de transmitirme su buen humor, su sonrisa, su optimismo, incluso cuando la quimioterapia le había quemado el cuerpo, le había abrasado el pelo y dejando sequedad en sus mucosas.
En una sala común, sin comida, sin tanatorios ostentosos, sin sala propia, sin grandes coronas de flores, sin un tremendo ataúd. Sola, en su último lecho de madera corriente, sin nadie, esperando una visita de unos pocos minutos en la fría sala y esperando a ser incinerada.
16:00h, bajo al bar, me dispongo a comer. Endry me canta el menú del día. No tengo demasiado hambre, un plato, un poco de pan y mi vaso de agua con mucho hielo. La televisión emite uno de esos programas que tanto odiamos pero que todos ven. Las últimas imágenes del magno funeral, comentarios, periodistas hablando del tema, un poco de publicidad de por medio. En mi cabeza aparece la imagen de mi paciente, en su cama, en su humilde casa, con su humilde final.
Mientras recorro los 31 Km de vuelta a mi otra casa reflexiono sobre esta sociedad. Cómo hay personas que fallecen en la más humilde situación y como otras se van casi, haciendo una autopista hasta el cielo. Alguien me comentó una vez que daba un poco igual cuánta gente velara tu cadáver cuando murieras, si total no te ibas a enterar, si venía mucha gente a tu entierro, si pasaba mucha gente por el tanatorio… pero, y si eso significa que has tenido una vida en soledad, que no has tenido amigos, que las circunstancias de la vida te han llevado a vivir solo, a no tener a nadie, a tener familia muy lejos o que no pueden estar contigo por alguna otra razón. Al final es un reflejo de lo que has estado viviendo, las personas con las que has compartido, la gente que te ha llamado en tu cumpleaños, los que se han acordado de ti en Navidad. Hay gente que por desgracia se encuentra en situaciones de soledad que acaban así.
Llego a casa, me ha llamado mi padre, mi familia me espera, el Duque… me siento acompañado, hoy no estoy solo, hoy tengo gente que me adora. Espero que sea siempre así. No dejes que eso cambie.
Gracias L