Un día cualquiera, en el lugar de siempre

Un día cualquiera, un lugar cualquiera.

Recuerdo este título de un post del blog de una buena amiga. Me llamó mucho la atención, ya que muchas veces escribimos de cosas extraordinarias o anécdotas ocurridas, pero no siempre se escribe sobre lo cotidiano o tu día a día. Así pues que me pongo a escribir estas letras, igual que hizo ella cuando escribía de un día cualquiera de su vida, en un lugar cualquiera, pensando en instantes de lo que hace habitualmente, pasando por lugares que pasa habitualmente, lugares en los que no caes en la cuenta cuando los transitas, lugares que posiblemente echarás de menos si te vas.

Me dispongo a salir de mi casa, de repente, el Duque, me mira con esos ojos de siempre, fijos en mi, tan expresivos, esperando que le lleve conmigo, preguntándome con la mirada, pidiéndome que no le deje solo al cuidado de la casa y pensando en vete tú a saber qué. Hoy no vienes conmigo querido amigo. Entro en mi CH-R, pulso el botón «Start», ignición, todas las luces se encienden anunciando la función para la que se le asignó. Luces blancas, verdes… no sé. Si tuviera que recordarlas no lo podría decir con exactitud, y eso que las veo todos los días. Nos pasa con todo lo que hacemos habitualmente. Pongo la palanca en la D, levanto el pie del freno, viento norte, entrando en pista para despegue, pista elegida, 32R, empiezo a volar, me dispongo a recorrer los 31 Km que me llevan a la farmacia. Como no hagas estas cosas, menudo rollo de vida, pienso.

8 menos no sé cuanto de la mañana, sueño, hoy no he dormido bien, últimamente no duermo bien. Un día cualquiera, sales por la pista, coges la autovía, la recorres mientras vas viendo como van avanzando las líneas blancas pintadas en el suelo, pensando lo que te queda por llegar a donde vas tantas veces, a donde vas todos los días. Lo piensas en un momento cualquiera en el que estás dentro del coche, con la calefacción puesta, 21,5 grados dentro, en un día de febrero, 3 grados fuera, o eso dice el termómetro del coche con su estrellita característica parpadeando al lado del numerito.

8 y algo de la mañana, puff, atasco, puff, atascazo. La geonave parada, mientras observas a los conductores dentro de sus coches con caras de recién levantados, con caras de circunstancia, mirando hacia adelante, alguno mirando su reloj, de repente alguien te mira desde el interior de su vehículo, justo el conductor del coche que está al lado de ti en el dichoso atasco. Es como si intentara hacerte cómplice de su desgracia por estar parado entre 1 millón de coches en el habitáculo de su vehículo y sin poder apenas avanzar.

De pronto, en un instante cualquiera, piensas, el día de la marmota, nada cambia cada día, como atrapado en el tiempo, cada día a la misma carretera, al mismo lugar, a la misma farmacia, a hacer la misma función, la que me apasiona, la que hace que tenga sentido mi vida y que sea casi perfecta. Por cierto, hace poco leí lo que es el día de la marmota, y me sorprendió que nada tiene que ver con la película que protagonizó Bill Murray de un hombre atrapado en un loop temporal que le obliga a vivir todos los días el mismo día, una formidable reflexión filosófica sobre el sentido de la existencia y la posición ética del sujeto ante el deseo y el otro, que hablaba Descartes. Esto de filosofar, mejor lo dejo para otro día.

Pues bien, el día de la marmota es un método folclórico usado por los granjeros de Estados Unidos y Canadá para predecir el fin del invierno, basado en el comportamiento del animal cuando sale de hibernar el 2 de febrero. Según la creencia, si al salir de su madriguera la marmota no ve su sombra por ser un día nublado, dejará la madriguera, lo cual significa que el invierno terminará pronto. Por el contrario, si la marmota ve su sombra por ser un día soleado y se mete de nuevo en la madriguera, ello significa que el invierno durará seis semanas más.

Llego al barrio, al barrio de siempre, 6 años haré el día 01 de marzo, 6 años en este lugar. Quien me iba a decir a mi que tendría una farmacia en este barrio y que iba a disfrutar tanto. Creo que nunca me iré de aquí, de hecho creo que no me dejarían irme, según me dice Dolores.

Entro en el 60, Carlos esperando en el bar de Endry, en el sitio de siempre, sentado, con su vaso de café delante, con la leche muy caliente, para que nos dé tiempo a tomarlo con calma y así charlar un buen rato. -Buenos días, algún comentario jocoso y con gracia, -voy a por mi café Carlos, tal vez una tostada, napolitana, o croissant a la plancha, no sé, depende el día. Hay días que no me apetece ni el café, pero tengo que comer algo.

Caminamos juntos hasta la farmacia, hablando del tema que haya surgido en el bar, o simplemente cambiando de tema por algo que hayamos visto por el camino. Un cliente espera en la puerta de la farmacia, saco las 1500 llaves para abrir las 1500 cerraduras, lo hago, entro a la sala de ventas, fuera alarma, luces cámaras… acción.

Un día cualquiera, pero en el mismo lugar de siempre ¿Qué pasará hoy?

 

Gracias L

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