No hay nada que pueda borrar la imagen de mi mente de Antonio yéndose. No hay nada que pueda hacer para que regrese.
Caminamos juntos, justo después de llegar a donde siempre, a mi farmacia, a mi hogar del día, donde todo parece diferente, a veces como si vivieras un película donde pasan cosas que no ocurren en la vida real. Todo es distinto, o no, o si, a mi me lo parece.
Aquella mañana todo era igual, casi igual. Buenos días farmacia, 1500 cerraduras, luces, cámaras en marcha, ordenadores en marcha, ya no recorro 31 Km, acción. Buenos días, voy a tomar café. Salgo y como cada mañana puedo ver a Antonio, paseando, con sus pequeñas protestas, sus reivindicaciones de vida para ser un poquito más feliz, sus comentarios amigables hacia mi, con sus preguntas de si todo va bien y como me encuentro. – me voy a tomar café, vente y charlamos. Aquella mañana algo no iba bien, su voz, algo más… no sé.
Caminamos no muy lejos de allí, -¿donde vamos?, donde quieras, aquí cerca. Conversación en su paso lento, anécdotas que surgen bajo historias que nos contamos. Seguimos caminando. Esperamos el semáforo, cambia a rojo, podemos cruzar, seguimos paso lento, conversación que no para, esto, aquello, recuerdo que… entorno con peatones que se cruzaban, coches parados, arrancan, los árboles con sus hojas en movimiento por una ligera brisa, ruido de fondo de una cafetería cercana, brisa en el ambiente, olor a churros.
Su corazón se paró mientras caminaba, un silencio nos envolvió como si entráramos de pronto en una burbuja, todo se paró, silencio alrededor, no había árboles, silencio alrededor, ni coches, el duro suelo donde caímos, silencio alrededor. No pude apenas sostenerle, su cara, su cara me decía muchas cosas o sólo una. Por Dios, vuelve… por Dios vuelve, vuelve. Todo empezó de nuevo, todo se puso en marcha, personas en movimiento, personas observando, árboles, testigos de la escena, coches parados. Intento lo imposible, llamada a emergencias, intento lo imposible, seguimos, imposible. Su cara, mi alma rota, su corazón roto, vuelve, vuelve, vuelve… sus ojos.
Ahora, en la soledad de mi despacho, reflexiono. Ayer estaba conmigo, paseando, charlando, como tantas veces. Comentando alguna que otra cosa más o menos interesante, compartiendo. Hoy no le veo, hoy no te veo, sé que te echaré de menos, sufrimientos y quejas para nada. Todo desaparece en un instante. Ahora en la soledad de mi despacho, reflexiono. Cuantas preocupaciones, sinsabores, infelicidades por cosas vanas, sin sentido muchas veces. Todo se va en un instante, ya no hay luz, no hay problemas, no hay nada, todo desaparece con un fundido en negro, como esas películas de hace tanto tiempo. Fundido en negro.
Seguro que Antonio nos estará viendo y pensará que si algún día visitamos su tumba, no lloremos, que solo imaginemos que está durmiendo. Nos visitará con el alba, nos abrazará con el viento, nos besará cuando llueva y oiremos sus pasos en silencio. Seguro que dirá, «nunca penséis que me he ido, porque entonces… entonces, si habré muerto».
Gracias L